Apologéticas

La Apologética es el estudio de lo que hace una doctrina, o sistema de creencia correcta y todo lo demás que no son de acuerdo, incorrecto. (o para estar más directo — equivocado). Las Apologéticas, pues, por necesidad, señalan los errores que existen dentro de las otras doctrinas. Si nos gusta o no, es inevitable.

También, no se puede ignorar que las apologéticas enseñan lo que es correcto de la doctrina que defiendan. Por esa manera, la disciplina de apologéticos es un instrumento excelente para aprender una doctrina, y para enseñarla. Sin embargo, eso no es lo que sucede cuando ciertas personas participan en las apologéticas. A ellos, las apologéticas son una manera legítimo para lanzar un ataque contra algo que no les gusta diciendo que lo hacen «en el nombre del Señor».

En la Escritura, el Apóstol Pablo instruyó a Timoteo que se comportara de la siguiente manera:

Huye también los deseos juveniles; y sigue la justicia la fe, la caridad, la paz, con los que invocan al Señor de puro corazón. Empero las cuestiones necias y sin sabiduría deshecha, sabiendo que engendran contiendas. Que el siervo del Señor no debe ser litigioso, sino manso para con todos, apto para enseñar, sufrido; Que con mansedumbre corrija á los que se oponen; si quizá Dios les dé que se arrepientan para conocer la verdad, Y se zafen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él. (II Timoteo 2:22-26)

Esa instrucción, dada en el primer siglo, es justa y aplicable tanto hoy día como antes. El punto principal que refiere a las apologéticas es la instrucción que uno les da a los que mantienen una doctrina falsa. De toda manera, si contrasta la verdad de la Escritura con religión falsa o demuestra como cierta interpretación de la Escritura es errónea, debía ser una ocasión para enseñar la verdad. Después de todo, a menos que uno enseñe, no hay manera por la cual alguien puede ser llevado al entendimiento de su condición antes de Dios.

Para los que mantienen que no es el «comportamiento cristiano» que una muestra a otro sus errores y enseñanzas falsas y explica los errores de una doctrina falsa, será bueno leer del diácono Esteban de la iglesia de Jerusalén.

Emparo Esteban, lleno de gracia y de potencia, hacía prodigios y milagros grandes en el pueblo. Levantándose entonces unos de la sinagoga que se lama de los Libertinos, y Cireneos, y Alejandrinos, y de los de Cilicia, y de Asia, disputando con Esteban. Mas no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba. (Hechos 6:8-10)

Pues, la autoridad para apologéticas bíblicas viene de la Escritura mismo:

Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros de la común salvación, me ha sido necesario escribiros amonestándo que contendáis eficazmente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. (Judas 3)

En Cristo,

Paul W. Davis

 

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